“Vapor compacto y suave, que condensa en la noche, y transforma su frío encendiéndose en una flama agitada, la cual frecuentemente, dicen, los espíritus malignos atienden, cubriendo y abrazando con su luz. Engañando y maravillando en su camino, llevando al viajero hacia pantanos y lodazales, y a través de pozos y piscinas. Ahí suben, se pierden, y a lo lejos sucumben…”.
“Paraíso Perdido”, de John Milton
... "En las leyendas el Will-o’-the-Wisp se interpreta como un hada traviesa o un espíritu maligno que confunde a los viajeros y los desvía de las trayectorias seguras hacia sitios traicioneros. En Dartmoor, los testigos de este fenómeno dicen que han sido “beenpixie-led” (algo así como “embrujados”). Turner, en 1901, describe una región de marismas cerca de Longnor, en la parte superior del río Dove, donde al anochecer “aparece una luz parpadeante que se mueve siguiendo nuestros movimientos… esta luz ha generado muchos cuentos de viajeros nocturnos que han sido guiados por la luz y llevados al pantano, donde permanecen sus cuerpos, y de donde sus ‘boggarts’ se elevan en la noche para trotar y bailar por todo el bosque, para el terror de sus habitantes”.
"Tanto el mundo como la conciencia serían en sí mismos precarios, necesitándose el uno del otro. Así, mientras que el mundo -la luz del otoño, el aire, la frialdad de las manos, el cuerpo de la amada, unas naranjas, unas hojas secas al interior de un libro, el rojo escaramujo, los líquenes, la muerte, etc.- demanda una confirmación del sujeto -el registro de lo que sucede y de su existencia-, es el mundo también quien deja hueco a nuestro ser. Un destino recíproco, un mutuo existir que no puede agotarse mediante explicaciones empíricas. ¿Cómo podría serlo el hecho bruto del milagro estético de la existencia del mundo y de la conciencia? No, el mundo aquí es algo que se da, que se ofrece y, por ello, el poeta lo confirma y lo celebra. Y precediendo así, él mismo se ofrece, se entrega. Pero no creamos que se trata de llevar a cabo alguna actividad, de hacer algo: el mundo ahora ya no es lo manipulable, sino lo que se da aconteciendo. El mundo es don y el poeta, a diferencia de la aves -de la lechuza, pongamos por caso- sólo lo contempla escondido y a resguardo...."
"... Ahora bien, lo que se ofrece siempre es algo que nunca acaba de darse del todo, siempre dice algo que no puede oírse, ni decirse con palabras: siempre hay una calima que crea la distancia. De no ser así, qué quedaría del milagro. Cabe decir, pues, que el mundo no sólo acontece, sino que palpita. Y también la conciencia: las ideas, los pensamientos, con sus pasos fugitivos son dardos que facilitan u obstaculizan el pensar. Pero con una diferencia: la nitidez del rojo escaramujo no la tiene la conciencia, pues el sujeto, inidéntico como es, sólo cruza el aire, recibiéndolo, dándolo. En realidad, somos nosotros los desvalidos: la presencia de una montaña, la indiferencia del pez en la charca, la indiferencia de la charca, por cotidianas que sean, nos excluyen, y al excluirnos los reconocemos y nos reconocemos. El mundo es el cincel que nos esculpe, y confirma en nuestra precariedad."
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