Dentro de la tradición simbólica, el caracol está en relación con los procesos de regeneración, con la reiniciación, con la temporalidad como eterno retorno (Chevalier y Gheerbrant 1999:250) cuya representación en el lenguaje de la geometría es la espiral, figura que aparece en la concha del caracol. Por su forma abierta, lejos de quedar atrapado por lo estático en el círculo, se comunica, entra en contacto con lo exterior y esto habilita al caracol como signo del movimiento en la permanencia, unificando fuerza centrípeta y centrífuga.
Lezama, en varios lugares de su obra, relaciona el caracol con el proceso de escritura. Ya en el poema “Noche insular: jardines invisibles” de Enemigo rumor le aplica el epíteto “de escritura sombría” (82). Sin embargo, no es sino hasta el ensayo “Introducción a un sistema poético” (1954) que se clarifica esta relación entre el caracol y la escritura. Allí encontramos el siguiente fragmento:
"Semejante a la incesante y visible digestión de un caracol, el discurso poético va incorporando en una asombrosa reciprocidad de sentencia poética y de imagen, un mundo extensivo y un súbito, una marcha en la que el polvo desplazado por cada uno de los corceles coincide con el extenso de la nube que los acoge como imago."
J. Lezama Lima. 1971. Introducción a los vasos órficos Barcelona: Barral. 70-71
EL UNIVERSO ANIMAL EN LA POESÍA DE JOSÉ LEZAMA LIMA: PEZ, PÁJARO, CARACOL
Juan Manuel del Río Surribas
Universidade da Coruña, Facultad de Filología.
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-22012006000100008&script=sci_arttext#n11
-