jueves, 23 de octubre de 2008

Gotas Gemelas



Cuenta la leyenda que la tierra tembló, los mares se retorcieron, y se invadio el ambiente de una mísitica niebla tranquila y divina,.... los dioses estaban pariendo al duende, al arte puro, indefinible y soberbio. Y emergiendo precioso de lo mas profundo dió una mirada al cielo, y el cielo viendo lo magnífico que era, soltó el llanto, y las lágrimas fueron una lluvia de amor y de sentimiento que salpicó a uno que otro mortal, a muy pocos... y los que la llegaron a tocar sintieron que mágicamente el amor se les escapaba de los poros, apreciaron todo: regocijábanse con la maravillosa luz del sol, el aire era musica, todas las criaturas eran maravillosas; su voz era diferente, rimaban las palabras y las convertían en verdad.

Decidieron entonces, rendirle tributo, hacerle homenaje... primero con su propio llanto, luego con las palabras y por último con la mas cañí de las guitarras y con su danza sentida y sincera. Después empezaron a aparecer musas glorificables y perfectas, arracando suspiros puros y honestos a todos aquellos que habían sido tocados por el duende.

Pero el verdadero duende no estaba en el tributo, estaba en las escondidas mentes de quienes con pasos callados disfrutaban de cualquier creación, que ante la imposibilidad de alcanzarla, se sentaron a apreciarlo, y así fue como lo alcanzaron.... rozaron el cielo con las puntas de sus dedos, y cada vez que lo rozaban, el cielo dejaba caer una nueva lágrima: triste, dulce y sublime; y esa lágrima era recibida por un mortal que mojándose de amor y pasión, comenzaba a sentir maravillas y a maravillosamente sentir, y así sobrevivió... exprimiendo tranquilamente al cielo.

Esas gotas fueron tocando almas que a su vez se encargaban de exprimir otra lágrima con su vida, muerte honesta y llena, que daba vida a través del encanto del arte, y no respetó razas, ni sangres, ni sitios, ni edades. El mismo duende escogía a sus hijos, y los cuidaba y acariciaba mientras sus venas se hinchaban de arte, y así trascendió......y así dos gotas gemelas nos tocaron, y sea pues nuestro destino hacer llorar al cielo con la complicidad de la emoción y la alegría y con ese sentimiento tan divino que nos llena de amor hasta el tope y nos contagia del llanto de los dioses que envidiosos nos contemplan; que si bien eternos no somos, ellos al no ser mortales, ignoran que no hay cosa mas divina que un par de simples mortales siendo tocados por el duende al mismo tiempo.

El gran Vera

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