lunes, 21 de julio de 2008

Caribdis


Cervantes - Parnaso, 92

Poco tiempo pasó, cuando un rüido
se oyó, que los oídos atronaba,
y era de perros áspero ladrido.
Mercurio se turbó, la gente estaba
suspensa al triste son, y en cada pecho
el corazón más válido temblaba.
En esto descubrióse el corto estrecho
que Scila y que Caribdis espantosas
tan temeroso con su furia han hecho.
"Estas olas que veis presunt[ü]osas
en visitar las nubes de contino,
y aun de tocar el cielo codiciosas,
venciólas el prudente peregrino
amante de Calipso, al tiempo cuando
hizo", dijo Mercurio, "este camino".
"Su prudencia nosotros imitando,
echaremos al mar en qué se ocupen,
en tanto que el bajel pasa volando,
que en tanto que ellas tasquen, roan, chupen
el mísero que al mar ha de entregarse,
seguro estoy que el paso desocupen.
Miren si puede en la galera hallarse
algún poeta desdichado, acaso,
que a las fieras gargantas pueda darse".

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